Si ustedes son una pareja que desea tener su primer hijo después de los 30 años, no están solos en su decisión, la tendencia actual hacia el posponer embarazos se ha vuelto más generalizada.

La frecuencia con la que las parejas tienen su primer bebé después de haber cumplido 30 años se ha duplicado respecto a lo que sucedía hace poco más de 10 años. De la misma manera que la mayoría de los embarazos antes de los 30 no son complicados y se obtienen bebés normales, los embarazos en la primera mitad de la década de los 30 tiene un desenlace feliz si se toman las medidas adecuadas y se aprovechan los avances de la obstetricia moderna.

Las causas por las que las parejas conciben después de los 30 son muy variadas pero predomina el que muchas mujeres no han terminado sus carreras, las cuales ahora se han alargado por la adición de maestrías y doctorados. Otro motivo es que la mayor parte de las parejas actuales desean obtener una cierta independencia económica que les permita afrontar los mayores costos de la vida actual. Además que también, que deseen conocerse mejor después de casarse y no embarazarse de inmediato, se intenta obtener la madurez necesaria para ofrecer lo mejor a los hijos, concientes de la responsabilidad que esto implica.

Por supuesto que también el embarazarse en esta época representa algunas ventajas, con mayor educación y madurez las mujeres que se embarazan en esta época se cuidan mejor tanto en su nutrición, como en cuidados prenatales generales. Muchísimas de estas mujeres en base a un programa de ejercicio y dieta adecuada están en mejor forma que algunas de alrededor de los 20. Además la madurez psicológica y emocional, así como la estabilidad profesional y laboral, les proporciona mayor tranquilidad que sus contrapartes más jóvenes.

Aunque la probabilidad de concebir un hijo con anomalías congénitas se incrementa con la edad, esta incidencia se mantiene baja en las mujeres al principio de sus 30 años, puesto que aunque la probabilidad aumenta, se mantiene dentro de rangos muy aceptables. Por ejemplo en mujeres al principio de los 20s la probabilidad de concebir un niño con síndrome de Down es de 1 en 1600, mientras que en una mujer de 35 años la probabilidad es de 1 en 365 y en las de 40 años de 1 en 100.

“Las estadísticas deben interpretarse con cautela pues esto también significa que aún una mujer de 40 años tiene un 99 % de probabilidades de no tener un hijo con síndrome de Down, mientras que a los 45 años sus probabilidades se reducen a un 97%.”

Para embarazarse después de los 30 se requiere un mayor cuidado de la salud desde antes de lograr el embarazo a esto se le denomina atención preconcepcional y tiene por objeto reducir los factores de riesgo que podrían agravarse durante el embarazo, desde descartar enfermedades preexistentes como endometriosis, diabetes, hipertensión arterial, problemas tiroideos, alteraciones en el peso corporal, anemia, etc. Por otro lado hay que reducir los riesgos de métodos anticonceptivos, dando oportunidad al organismo de que se recupere de su empleo antes de intentar el embarazo.

Durante el embarazo hay que incrementar la evaluación prenatal genética y aprovechar los avances tecnológicos. Una posibilidad es el medir en sangre marcadores que permitan detectar casos que requieran exámenes más invasivos como la amniocentesis, en donde, al través del abdomen con una aguja y con ayuda de ultrasonido se extrae para estudio un poco de líquido amniótico. Durante la atención prenatal debe prestársele mayor atención a la presión arterial, al crecimiento uterino y en casos especiales se requieren monitoreos electrónicos de la frecuencia cardiaca fetal, e incluso una combinación de datos conocida como perfil biofísico que estudia además de la respuesta del corazón del bebé a los movimientos fetales o a las contracciones uterinas y además valora cantidad de líquido amniótico y otros parámetros a los cuales puede agregarse estudios de velocimetría de doppler para investigar la calidad del flujo sanguíneo al bebé.

En resumen un embarazo en los 30 está destinado a tener los mejores resultados para la madre y el bebé si se atienden a tiempo y bien todos los factores que influyen en el desenlace del embarazo, lo cual requiere atención desde antes del embarazo y atención más especializada durante el mismo.